Todos jugamos fútbol
A veces toca meter el gol, o al menos intentarlo. A veces se trata de poner el pase para que otro lo haga. A veces es mandar un pase y correr para que te lo devuelvan en una mejor posición. A veces es evitar que nos anoten. A veces es influir en el ánimo del equipo dentro de la cancha. A veces es influir en el ánimo del equipo desde fuera y preparar la estrategia de juego en los entrenamientos y ajustar durante los partidos.
Obviamente no tiene que ser fútbol, pero siempre es deporte en equipo. Hasta cuando es sólo uno el que sale a la cancha como en el tenis, siempre hay un equipo sin el cual no se puede conseguir nada importante.
Lo que puede ser no tan evidente es que todos creemos que nuestra función es una sola: meter el gol, poner el pase, marcar o dirigir. Pero no: si bien se espera que la mayor parte del tiempo hagamos una de estas actividades, lo cierto es que podemos y debemos intercalar entre todas para realmente aportarle al equipo.
A aquellos que tenemos la suerte de ocupar posiciones en las que se nos otorga la responsabilidad de dirigir, también nos provoca meter algún gol de vez en cuando, o tapar algún tiro. Y otras veces no nos provoca, pero sabemos que es uno mismo el que tiene que intervenir para que tenga sentido.
Tal vez el liderazgo consista en esto: en tomar la función en la que uno mejor le puede aportar al equipo, en este preciso momento.