Cultura, inteligencia y moral
Siempre he admirado a la gente inteligente, más que a la culta. Claro que alguien con un amplio bagaje de conocimientos es sumamente respetable y hasta envidiable, pero me produce un nivel más de admiración cuando con algo menos de conocimientos una persona puede conectar lo que sabe con la situación que tiene al frente, y formular un argumento para sustentar una idea o proponer una solución interesante a algún problema importante.
El culto tiene los ingredientes, y todos sabemos que es con buenos ingredientes que se hacen los mejores platos. El inteligente al que me refiero es el que sabe cocinar y aún teniendo pocos ingredientes el plato será memorable.
La cultura son los datos que necesitas para resolver la ecuación. De hecho, muchos más datos de los que necesitas. La inteligencia que alabo es la ecuación, usando los datos mínimos necesarios. Y cuando no llega a una ecuación matemáticamente perfecta, usa las aproximaciones de la estadística y el poder de la intuición.
Pero admiro todavía más que al intelectual, al moral1, término que usaré para designar a aquel que tiene la capacidad de pasar a la acción en la dirección que, usando su inteligencia, ha determinado que es la mejor, o más apropiadamente, la correcta.
El moral no es tan inteligente como el intelectual, de la misma manera que el intelectual no sabe tanto como el culto, razones por las cuales no creo que se pueda ser muy culto, muy inteligente y muy moral a la vez.
Es así que el moral sabe que hay un momento debe cerrar el libro y entrar a la acción:
Waste no more time arguing about what a good man should be. Be one.
Marcus Aurelius
O que aquello de lo que está convencido solo puede ser tal si hay coherencia en su accionar:
Go put your creed into the your deed. Nor speak with double tongue.
Ralph Waldo Emerson
O que a veces su lugar en la historia es ser el héroe (o al menos intentarlo), no el que la contará:
Either write something worth reading or do something worth writing.
Benjamin Franklin
Aristóteles hablaba de una inteligencia para conocer y otra para querer. El moral que admiro tiene la segunda, que se alimenta de la primera, dejando claro que conocer no implica querer, pero siempre ayuda.
Así que no saber tanto o ser consciente de que tu inteligencia no está al nivel de los más grandes (que no implica dejar de trabajar en ambos aspectos), es tal vez una gran noticia: puedes ser mejor todavía.
Y si de algo vale, tendrás mi eterna admiración y estoy seguro que la de muchos, incluyendo a los cultos y a los intelectuales.
No me refiero aquí a “moral” como aquel que cree saber siempre que es lo mejor en cada circunstancia o que pretende tomar todas las decisiones pasando el filtro de alguna doctrina moral.